Según el último informe de la ONU, 2040 podría ser el principio del fin del problema
El cambio climático no es el único desafío ambiental a escala planetaria al que la humanidad ha tenido que enfrentarse en las últimas décadas. Las últimas décadas del siglo XX tuvieron un protagonista muy distinto: el agujero de la capa de ozono.
Último informe. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) han confirmado que la restauración de la capa de ozono va por una senda favorable y han puesto una fecha para su recuperación en diferentes zonas del mundo: será, si Todo sigue como está ahora, entre 2040 y 2066.
El “último reducto” de este persistente agujero sería la Antártida. Según el último informe de evaluación cuatrienal del Grupo de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal, la capa de ozono alcanzará los niveles de 1980 en el año 2066. Esto nos situaría en cierto modo a medio camino en este proceso de restauración.
Sin embargo, en otras latitudes la capa sanará mucho antes. Según el informe, en 2045 el agujero en el Ártico podría cerrarse. Este agujero es más pequeño y fue detectado más recientemente que el agujero antártico. Fuera de las dos regiones polares, la curación de esta capa atmosférica podría producirse en menos de dos décadas, alrededor del año 2040.
Historia de un agujero planetario. El agujero de la capa de ozono es un problema medioambiental casi olvidado, aunque muchas veces revive cuando se habla de cambio climático. El problema de la capa de ozono se identificó a mediados de los años 80.
Estudios científicos confirmaron entonces que no era necesario el uso de una serie de compuestos químicos, los clorofluorocarbonos (CFC), gases que frecuentemente se incluían en aerosoles de distintos tipos, desde los utilizados en cosmética hasta los insecticidas. Estos gases llegaron a la atmósfera donde el cloro de estos compuestos interactuó con el ozono (O3), descomponiendo esta molécula.
Esto pronto se convirtió en un problema, ya que el ozono es importante para la vida en nuestro planeta ya que es el responsable de absorber buena parte de los rayos ultravioleta (UV) que llegan a la Tierra desde el sol. La pérdida de esta capa de protección solar implicaría, entre otras cosas, una mayor probabilidad de sufrir cáncer de piel.
Acción global. La reacción de la comunidad internacional ante este problema puede considerarse un ejemplo de éxito en su ámbito. En 1987 se firmó el Protocolo de Montreal, que entró en vigor dos años después. El tratado puso fin a las emisiones de CFC.
Los efectos de la veda no fueron inmediatos, pero la situación del agujero se alivió, primero al detenerse su expansión y posteriormente al iniciarse su recuperación. Según el último informe, si se pueden mantener las políticas actuales, hacia mediados de siglo el problema seguirá avanzando hacia su resolución.
¿Y el cambio climático? La relación entre el problema de la capa de ozono y el cambio climático es compleja. Si bien el estado de la capa de ozono no está estrechamente vinculado con el calentamiento global y sus efectos sobre el clima, algunas de las acciones desarrolladas en el marco del Protocolo de Montreal podrían haber tenido algún efecto sobre el clima. Por suerte, una vez más las partes implicadas tomaron cartas en el asunto.
La razón es que tanto los hidroclorofluorocarbonos (HCFC) como los hidrofluorocarbonos (HFC), dos grupos de compuestos químicos utilizados durante los primeros años de la eliminación de los CFC, resultaron ser gases de efecto invernadero, por lo que su uso ha sido limitado, por ejemplo por la Enmienda de Kigali al Protocolo de Montreal.
La acción internacional llevada a cabo en defensa de la capa de ozono, con sus paralelos e importantes diferencias, puede servir como ejemplo de la capacidad de la comunidad internacional para resolver problemas comunes. Algo que, por ahora, no parece que vaya a extrapolarse próximamente al problema del cambio climático.
En Xataka | Un planeta lleno de agujeros: cómo podemos medir la densidad de la capa de ozono
Imagen | Vigilancia del ozono de la NASA